En Las Vegas, la diversión jamás finalizaba. En un casino, una joven tan adinerada como lo era yo tras recibir la increíble suma de dinero, herencia de mi tío Ben Gray, podía pasarse la vida entera, viviendo de la manera más lujosa e intensa que se pudiera imaginar. Los dados giraban en mi cabeza y había luces por todas partes. Lo más extraño de todo aquello, fue que Ewan apareció, vestido de manera descuidada, despeinado y manteniendo bien sujeta una copa medio vacía.
- Con tantos dólares, podrías hacer cualquier cosa. Podrías viajar, construir, crear o incluso descubrir la Atlántida. - Rió y siguió caminando hacia la pista de baile donde le esperaban un grupo de mujeres.
Entonces desperté. Eran las cuatro de la madrugada. Aquello era poco habitual en mí, ya que normalmente solía descansar hasta bien entrada la mañana. Pero en ese momento no tenía sueño. Había algo en mi cabeza que no me dejaba dormir tan plácidamente desde que el juez habló conmigo. Cuando salí del despacho del tío Ben, fui directamente hacia su dormitorio, pero no conseguí entrar. Jhon, el gardaespaldas de Gill custodiaba la puerta de entrada a la habitación. Además, y para colmo, cuando entré en el comedor, a la hora del almuerzo, la tía Candice intentó sonsacarme la información que el juez me había dado, pero Ewan la distrajo para hablarle de las fundaciones benéficas que ésta había heredado.
Pensé que aquel era el momento. La tía Candice se había trasladado al piso superior desde que el tío Ben había empeorado su estado de salud ya que quería dejar que su esposo estuviera cómodo y tuviera la libertad necesaria. Gill y Ewan tenían sus propios dormitorios al fondo del pasillo, justamente al lado opuesto del mío. Mientras que la habitación del tío Ben se encontraba justamente a la mitad. Tenía que trazar un plan. Jhon debía apartarse por unos minutos de la puerta y no enterarse de que yo había entrado en la recámara. Pero qué hacer para que se distrajera.
Aún no lo sabía. Pero debía encontrar la manera de llevar a cabo mi objetivo.
De pronto algó hizo que me diera cuenta de cómo lograrlo.
Salí de mi cuarto, sin hacer ruido. El pasillo, tenía forma semicircular por tanto Jhon no me vería. Entonces cerré la puerta muy silenciosamente y entré en en la antigua habitación de la abuela Roselyn, que se encontraba junto a la mía.
La abuela Roselyn tenía una pequeña azotea en la que había plantado su jardín privado. Pero tras morir, nadie se encargó de sus flores y aquello se convirtió en un cementerio de plantas. El caso, era que mediante la azotea se podía llegar al dormitorio del tío Ben, cuyo balcón siempre se encontraba abierto.
Subí las escaleras de caracol hasta llegar a la trampilla, que, para mi mala suerte, se encontraba trancada con un candado.
- ¿Dónde estará la llave? - me pregunté frustrada.
Me senté en el sillón que había frente a la chimenea, cubierto con una sabana blanca llena de polvo que enseguida se adherió a mi pijama.
Entonces lo recordé.
"- ¡Lindsay, ven aquí de inmediato! - Me llamó la abuela Roselyn.
- ¿Qué ocurre abuela? - pregunté asustada. ¿En qué lío me había metido ahora?
- Mira. Papá Noel se ha comido todas las galletas.
Le dediqué una sonrisa de oreja a oreja a sabiendas de que el tío Ben las había repartido entre mis primos y yo durante la noche.
- Acompañame cariño, te voy a mostrar algo.
La seguí hasta su dormitorio donde me pidió que hiciera silencio. Subió por las escaleras y me señaló el candado, entonces me mostró la pequeña y mimetizada apertura que había en el en lateral del candado, donde se encontraba la llave hacia su edén." Aquel recuerdo de hacía tantísimos años me facilitó el trabajo.
- ¡Por fin! - chillé en un tono demasiado elevado. Me levanté de un salto y me dirigí hacia la trampilla. Justamente en el lateral del candado seguía la pequeña apertura en la que se escondía la llave que me llevaría hacia la siguiente pista.
Abrí el candado y avancé hasta llegar a la inmensa azotea, ocultada bajo una cúpula de cristal sucia y oxidada.
Pero, para llegar al balcón del dormitorio, debía atravesar los cristales. Y cómo hacerlo sin alarmar a los guardias.
- Es imposible. - me dije mientras observaba desde lo alto como el personal de seguridad se paseaba por el jardín inferior. Ellos me verían e informarían enseguida a la tía Candice, que me comenzaría a hacer preguntas. Y esta vez nadie la detendría.
Una brisa fresca removió mi pelo. Me giré y ví mi salvación.
Parecía ser que la abuela Roselyn y el tío Ben se habían compinchado en aquel misterio que tanto me estaba costando resolver.
Precisamente a mi derecha, había una pequeña fisura que se podría romper sin alborotar el silencio y la tranquilidad que se respiraban durante el amanecer. Formé un agujero por el que pudiera caber y salí al exterior, cayendo de pie en el balcón.
Como había previsto, la puerta estaba abierta, por tanto entré, y sin encender la luz, abrí el penúltimo cajón de su cómoda en el cual había una carpeta. La agarré firmemente y volví al balcón. Necesité la ayuda de un sillón para conseguir regresar a la azotea. Seguidamente volví a mi habitación.
La investigación debía continuar.
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