Vestida de luto y con los ojos empañados en lágrimas contemplaba como depositaban el ataúd en el fondo del agujero.
- Es tu turno Lin. - Me avisó la tía Candice en voz baja, intentando aguantar el llanto.
- Sí. - Contesté tristemente.
Leería el discurso que había preparado para el funeral. Sacaría la fuerza necesaria para lograr pronunciar cada palabra sin sonoros sollozos entre sílaba y sílaba.
- "Hoy, todos nosotros, hemos sufrido la pérdida de un ser muy querido. Ben Gray fue y será siempre el hombre que nos alegró nuestros peores días. Esa persona que nos hacía sonreír cuando en realidad deseabamos gritar de ira. Ben es quien nos dio su apoyo cuando lo necesitamos, quien vio crecer a la mayoría de los hoy presentes. Quien nos cantaba nanas cada noche y nos daba dinero para que nos compraramos golosinas. Es ese hombre que ahora estará con nosotros en alma.Ese hombre que nos querrá siempre, tomemos las desiciones que tomemos, hagamos lo que hagamos. Y sobre todo, es ese anciano que aun postrado en una cama, deseaba hacernos felices, a todos y cada uno de nosotros, costase lo que costase. Pero estos últimos días sólo has conseguido hacernos llorar, tío Ben. Aunque no tengo nada que reprocharte, después de todo lo maravilloso que nos has dedicado a lo largo de tu vida. Querido tío Ben, nunca te olvidaremos."
Dejé caer la rosa blanca que había aguantado entre mis manos con tanto cuidado y me alejé lentamente.
Entré en mi habitación y me tiré sobre la cama. Era horrible. Parecía una pesadilla en la que el tío Ben nunca volvería a aparecer. Como si se hubiera convertido en un simple recuerdo que nadie conseguiría olvidar jamás. Un recuerdo que nos marcaría durante muchísimo tiempo.
Entonces, me levanté y vi el sobre abierto que el anciano me había entregado días antes. Lo debía leer, ya que aquella era la última voluntad que me había determinado.
Estudié el exterior y encontré escrito con una letra un tanto incomprensible las siglas "C.P.H.". Decidí descifrar su significado en otro momento y limitarme a conocer el texto que había escrito en el papel de su interior.
Saqué la delicada aunque perfectamente doblada hoja y leí su contenido. Justamente con la anterior caligrafía, había anotado:
<< No me cantaron jamás una nana,
y nunca reconcilié el sueño.
No pude dormir siquiera una noche,
y ahora he encontrado el sitio
en el cual refugiarme.
Firmado. G.G.>>
Abrí los ojos tanto como mis párpados me lo permitieron. El tío Ben se debía de haber intentado divertir a mi costa. Aunque, él no solía gastar ese tipo de bromas.
Por la otra cara de la carta, encontré la fecha:
<< Martes, 14 de noviembre de 1986 >>
Era imposible. Por la manera de contarlo, todos los que habías oído el relato de Gogó, críamos que transcurría allá en el año 1900. Otros pocos pensábamos que era tan solo una simple leyenda para asustar a los niños y aquel docuemento hacía que aquello que jamás creímos posible fuera verdad.
Tal vez el tío Ben deseaba que yo investigara el caso. Pero ¿por qué yo?
Comencé, de nuevo, a llorar. Estaba estresada y no sabía qué hacer para tranquilizarme. Necesitaba olvidarme de todo y de todos por unos días. Días que me pasé encerrada en mi cuarto, saliendo únicamente para comer y pasear por el inmenso jardín, llevando siempre conmigo la, posiblemente, verdadera carte de Gordon Goldway.
Finalmente, una tarde, Gill tocó a mi puerta para avisarme de que el juez repartiría la herencia y nos debíamos encotrar presentes todos aquellos nombrados en el testamente del fallecido.
Me bañé, me vestí y acudí al antiguo despacho del tío Ben, donde todos me esperaban.
- Y ahora que todos estamos aquí reunidos, leeré la última voluntad del difunto señor Ben Gray. Según dice aquí:
<< Dejo las acciones de la empresa automovilística Gray a mi hija Gill Gray. Los vehículos, yates y casa de Grenwich a mi hijo Ewan Gray. Las fundaciones benéficas a mi esposa, Candice Gray. Y toda mi fortuna bancaria, valorada en dos mil quinientos cuarenta y tres millones de dólares ami sobrina, Lindsay Gray.>>
Tal y como todos sabíamos, habíamos recibido la parte que el tío Ben nos había dicho, recibiríamos.
Cuando todos nos ibamos a levantar e irnos, el juez me pidió que me quedara y todos volvieron a su asiento, cuando éste les solicitó amablemente a que salieran, para que hablara en privado únicamente conmigo.
Gill, Ewan y la tía Candice, asintieron y salieron un tanto molestos intentando disimular dicho inconveniente.
- Tan sólo quería decirle, señorita Gray, que su tío, me indicó claramente que le dijera, que buscara en el penúltimo cajón de su cómoda. Que tenga un buen día.
Y dicho esto salió disparado hacia la puerta de salida.
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