05 octubre 2010

Personajes: La leyenda de GOGÓ.

Han pasado varias semanas desde mi último texto publicado en el blog y por esto os quiero compensar el tiempo perdido dejándoos imágenes de los protagonistas de la historia. Espero que os guste:


Lindsay Gray.



Candice Gray.




Gill Gray.



Ewan Gray.

01 octubre 2010

La leyenda de GOGÓ Cap. 7 Planes.

- ¡Ewan!
- ¡Lin! ¡Eres tú! Lin. Gracias a Dios. ¿Cómo has llegado hasta aquí? - me preguntó.
- ¡Ewan, no sabes todo lo que te tengo que contar!
Salí, y nos sentamos en el diván de cuero que había allí colocado.
- Ewan, necesito que contestes a unas preguntas. Es urgente.
- Claro. Pero me tienes que explicar que hacemos en este lugar.
- No estoy muy segura, pero creo que la tía Candice nos ha encerrado, por algún motivo que desconozco.
- Mi madre. ¿Mi madre nos ha encarcelado en este "manicomio"?
- Ewan,¿ estás seguro de que Candice es tu madre?
- Sí, supongo que es mi madre. La conozco desde el comienzo de mis recuerdos. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
- Primo, creo que ella nos ha ocultado en este centro porque tenemos alguna relación con Gordon.
- ¿Gordon? ¿Quién es Gordon? - me cuestionó confundido.
- Gordon Goldway.
- ¿De dónde sacas eso, Lin? ¿Te has vuelto loca? No es más que una sencilla leyenda que mi padre nos contaba para darnos miedo.
- Yo pensé lo mismo al principio, Ewan. Te juro que no me esperaba estar envuelta en este lío. Pero me debes escuchar.
- Pues empieza. Tenemos tiempo de sobra... - aseguró deprimido.
- Bueno, el caso es que la última tarde de su vida, Ben me entregó una carta. La carta que Gordon había escrito antes de huir de este manicomio.
- ¿Cómo? Es que no te entiendo del todo.
- Veámos. La leyenda cuenta que el niño escribió unas frases antes de marcharse misteriosamente.
- << No me cantaron jamás una nana y nunca reconcilié el sueño, etcétera, etcétera...>> Sí. Lo recuerdo.
- Bien. Pues lo que el tío Ben no nos había desvelado, fue que aquella nota fue firmada por el muchacho y existe en la actual realidad. Como te decía, estuve investigando durante unos días y averigué algunos datos de gran importancia.
- No me puedo creer que esto esté pasando. Lin, necesitas verdaderamente estar aquí encerrada. Te has vuelto loca de remate.
- No, Ewan. Sígueme y lo descubrirás.
Conduje a mi primo hasta la planta superior, en la que le mostré la carta de Gordon.
- Ahora que lo has podido comprobar con tus propios ojos, ayúdame.
- ¿De qué manera?
- Debemos buscar algún instrumento afilado para cortar estas camisas de fuerza.
- Creo haber visto unos tenedores por aquí, pero no recuerdo muy bien dónde.
- Además, también tenemos que abrir el sobre de la tía Candice. En mi opinión, fue ella la que nos metió aquí.
- ¿Sabes el porqué?
- No, pero me hago una idea.
Volvimos a bajar y registramos las salas inferiores, incluyendo despachos y dormitorios. Finalmente, y tras tanto ajetreo, decidimos sentarnos en recepción.
- ¡Qué bien!
- ¿Qué ocurre? - pregunté sobresaltada.
- ¡Cómo no se me había ocurrido antes!. Los tenedores, estaban aquí. Y si no me equivoco, en ese pequeño armario que tienes a tu izquierda.
Le miré extrañada y a continuación me giré. Abrí la puerta dandole un suave patada y encontré una bolsa de basura. Miré en su interior y encontré cuchillos, tenedores y cucharas.
- Rápido, coge un cuchillo e intenta romper la tela.
- Lin, yo tengo tantas posiblidades de cogerlo como tú. Los dos llevamos camisa de fuerza. - Comentó sarcásticamente.
- Perfecto. - le dije y me agaché para agarrar con los dientes uno. - Aquí tienes. - le contesté.
Él lo mordió y se lo llevó. Tras varios minutos, consiguió introducir el cuchillo a traves de la tela. Tras liberarnos mutuamente, corrimos hacia la habitación de Gordon para leer la carta de la tía Candice. Decía lo siguiente:

<< Querida sobrina, sé que llevas algunos días intentado sacar a la luz la historia de Gordon. Pero esto no me traería nada bueno, así que, si llegas a leer esto, que sepas que morirás allí encerrada, y nunca conseguirás salir. Que tengas un buen día. Tú tía Candice que te adora.
P.D.: Te he dejado compañía, para que no te sientas sola. >>

- Ewan, únicamente tengo una cosa clara.
- ¿El qué?
- Saldremos de aquí salvos y sanos. Cueste lo que cueste.

30 septiembre 2010

La leyenda de GOGÓ Cap. 6 Compañía.

Tenía mi mano alrededor del manillar. Estaba a punto de descubrir qué era lo que se escondía tras la puerta, cuando, de repente, me taparon la boca, me sujetaron las manos y me vistieron con una camisa de fuerza. Chillé, pataleé, pero no conseguí liberarme. El sujeto que me mantenía agarrada me había tapado la nariz con un pañuelo húmedo. Enseguida adormecí.

Soñé. Oía las voces de Gill y de Ewan reír, mientras corrían por los pasillos del centro psiquiátrico. Eramos pequeños, teníamos apenas siete años y jugábamos al escondite. Pero junto a sus carcajadas, se sumó una demás. Una voz similar a la de Ewan. Y apareció frente a mí alguien a quien jamás hubiera reconocido de no ser por la fotografía. Aquel era Gordon Gray, el hermano mellizo de Ewan. O eso creía hasta que me habló.
- Ewan no es mi hermano. Ewan no es nada. Margaret.
Un fuerte chillido impactó mis oídos mientras despertaba. Estaba gritando con todas mis fuerzas. Me encontraba en la habitación de un hospital médico. No parecía haber nadie cerca de allí, ya que no hubo enfermera o doctor que se presentara ante mis alaridos. Creí ciegamente que era de noche, hasta que me erguí, y miré hacia la ventana. Fue entonces cuando me asusté verdaderamente. Éstas, estaba totalmente recubiertos con ladrillos y cemento, tras unos amenazables barrotes, complementados con pinchos.
Aún llevaba puesta la camisa de fuerza. Así no me podría defender en caso de necesitarlo. Mi respiración se fue acelerando poco a poco. Me estaba volviendo paranóica. Y no parecía haber nadie que acudiera en mi ayuda.
Me levanté y caminé hacia la puerta. Mordisqueé el pomo hasta hacerlo girar y esperé.
Despaciosamente, me asomé al exterior del cuarto. Lo primero que pude observar fueron las blancas paredes, típicas de un hospital. Frente a mí había una puerta con un cartel. Un cartel que ya no estaba oxidado, desgastado, ni ensuciado. Un cartel completamente nuevo, de color dorado, en el que seguí escrito el nombre del muchacho. Crucé descalza el corredor. Con un simple empujón, la entrada se abrió y pude observar el interior del dormitorio. Volvía a estar repleto de folios, pero eta vez, éstos se encontraban en planco. Me acerqué lentamente y los ojée. Por la apariencia que tenían, debían de ser folios realmente antiguos. Inclusive, unos pocos se hallaban arrgudaos.
Al fijarme mejor, distinguí uno en el cual había dibujado un joven. Un niño pequeño, rubio, de mejilas sonrosadas y alegre sonrisa. Aquel era él.
En el centro de la habitación se encontraba su cama, aún hecha. Y sobre ésta, dos sobres.
En el dorso de uno de ellos ponía: "C.P.H". Mientras que en el otro de leía perfectamente mi nombre.
Conocía a la perfección el contenido de la primera carta, por tanto no me molesté en reabrirlo. Mas el otro atría toda mi atención. Pero ¿cómo lo abriría?
Entonces cavilé las distintas opciones, aunque no consiguiera encontrar la manera de deshacerme de aquel traje. Volví a sopesar mis alternativas. Si de veras me encontraba en el hospital psiquiátrico de Chicago, alguien lo había reformado y me había encerrado en él. ¿Sola? Aquello fue lo que me hicieron creer. Pero... ¿Quién?
Salí de aquella estancia decidida a encontrar la forma de escapar. De regresar junto a mi familia, jurándome no volver a investigar el caso de mi primo...
- Mi primo... - añadí.
Al escucharme decir esto último, me dí cuenta de que me estaba prometiendo volver al lado de la tía Candice, que hablaba sobre mi estancia en el manicomio; Con Gill, su hija y junto a Ewan. Sin embargo, aún no sabía la procedencia de éste. ¿Era verdaderamente hijo de Candice Gray? Ciertamente... ¿Mi deseo era retornar junto a aquellos que no creía, sentieran amor por mí?
- ¡No! Claro que no. Debo encontrar el modo de desvestirme de esta prenda.
A ritmo vivo, me encaminé hacie las escleras, por las que descendí velozmente.
Revisé los despachos pero unicamente había unos folios y bolígrafos. Nada que me pudiera servir.
Estaba cerrando un cajón, cuando de repente oí una suave música. Mi corazón comenzó a latir apresuradamente. Parecía la voz de un hombre. Y provenía del pasillo inferior, en el que yo también me encontraba. Me agaché y escondí bajo el escritorio en cuyas cajoneras había estado rebuscando.
La voz se acercaba canda vez más, y no tardé en advertir pasos próximos a mí. EL joven siguió tarareando la melodía tras pasar frente a la puerta de la oficina. Yo, no me atreví a mover y esperé unos minutos, cuando el sujeto volvió a pasear junto al despacho. Mas esta vez entró, y con los ojos cerrados, rezaba para que todo aquello fuera únicamente una pesadilla.
Él llevaba uns pantalones blancos, y unas zapatillas de correr, al igual que yo. Parecía un enfermero, pero al asomar unos centímetros mi cabeza distinguí la camisa de fuerza.
" Genial, otro demente aquí encerrado." ¿Habría alguno más por ahí suelto?
No llegué a verle el rostro pero, transcurrido un rato, mientras él daba vueltas y vueltas al pupitre, sintonicé la nana que mi tío Ben nos cantaba a Ewan, Gill y a mí de pequeños antes de irnos a dormir. Saqué mi cabeza de debajo del escritorio y lo vi.

28 septiembre 2010

La leyenda de GOGÓ Cap. 5 Chicago.

La tarde transcurrió lentamente, mientras yo no paraba de repetir en mi cabeza las pistas que había ido adquiriendo a lo largo de la investigación.
Pero llegado el momento, comencé a preguntarme si, tal vez, aquella no era un simple búsqueda. Y si no era un juego, tal y como parecía ser.
Tendida en la cama, recapacité. Desde el principio, creía que aquella averiguación era un entretenido pasatiempo que el tío Ben había pensado para mí. Mas, ¿y si la leyenda de Gogó era totalmente cierta? ¿Era posible que aquel niño, de mejillas sonrojadas y rostro enfadado, existiera de verdad?
Sólo había una manera de indagarlo, y no esperaría mucho más. En mi opinión, me había tomado un tiempo que podría haber aprovechado de mejor manera. Ahora debía entrar en acción.
Primero, averiguaría el significado de las siglas que había encontrado en el sobre.
Podían referirse a un lugar, tal vez a un nombre o una organización.
Cogí mi ordenador y escribí las letras en el buscador.
Los primeros apartados no me sirivieron de mucho, pero a continuación, añadí junto a las siglas el nombre de Gordon Gray. Tampoco esta vez conseguí resultado alguno, pero tras pensarlo mejor, cambié el apellido que había expuesto por el de sus padres adoptivos, y fue cuando lo encontré.
- ¡Chicago's Psychiatric Hospital! Eso apenas está a unos kilómetros de aquí. - Me dije alegremente.
Chicago podía parecer una ciudad enorme, aun no siéndolo. Por tanto no llegaría demasiado tarde a casa.
Dejé el ordenador encima de la cama, y tras coger mi bolso, junto con las carpetas, me dirigí al garaje, donde me esperaba el BMW que me habían regalado por mi cumpleaños.
Me senté frente al volante y puse en marcha el vehículo.
Conducí durante varias horas. Pasé por múltiples pueblos y varias ciudades hasta llegar finalmente a Chicago. Estaba anocheciendo. Aparqué frente a una peluquería y volví a repasar las pistas, aunque, mientras las guardaba de nuevo en la carpeta, cayó de ésta el mapa que había encontrado.
Entonces lo agarré y lo ojeé rápidamente. Era un plano. El plano de un edificio y cómo llegar hasta él. ¿Sería ese el hospital psiquiátrico de Chicago?
Si no me equivocaba, me encontraba a unas manzanas de allí. Velozmente arranqué, y salí disparada hacia el norte. En escasos minutos me encontraba junto a un centro psíquico en ruinas, custodiado por diversos candados, difíciles de abrir.
¿Qué haría ahora? Esta vez nadie me podría ayudar.
Vigilé la carretera durante unos minutos. Por lo visto, no solían pasar muchos coches en aquella dirección, así que lo hice.
Escalé el muro de piedra, con muchisimo cuidado. Me resbalé varias veces, pero finalmente logré llegar al otro lado, preguntándome aún, como regresaría.
Saqué de mi bolso el plano y la linterna que me había llevado antes de salir de la mansión.
Me informé de mi posición y seguí andando. Entré en el edificio e iluminé el interior. Me encontraba en un pasillo larguísimo, junto a resepción. Unos gamberros debían de haber entrado ya que las paredes se encontraban llenas de grafitis. Seguí caminando en silencio. Estaba totalmente atenta a cualquier ruido que pudiera provocar cualquier persona que pudiera estar allí. Tras llegar al fondo del pasillo, subí por las escaleras.
Tragué saliva. Aquel no era el tipo de sitios que solía frecuentar. Además, me aterraba el sólo pensar que allí pudera encontrarse alguien más.
De pronto, la puerta de entrada se abrió y distiguí unas voces conversar. Seguí ascendiendo por las escaleras, para que no me vieran. Se oyó el eco de un interuptor. Y las luces del piso inferior se encendieron. La electricidad seguí funcionando en el edificio.
- Como le decía, señora, éste es un sitio muy tranquilo. Es amplio, alejado de todo lo urbano. Podría convertirlo en una casa de campo o lo podría renovar y dirigir alguna otra empresa que usted misma funde.
- No, por ahora mi deseo es seguir dándole el mismo uso que ha tenido desde siempre este centro.
- ¿De veras quiere renovar este manicomio? Es de locos. - Dijo y rio.
La mujer también lo hizo pero paró en seco y le contestó de mala manera.
- ¿Acaso le interesa a usted lo que pienso hacer con mis propiedades? Deje de hacer el idiota y dígame donde firmar.
Aquella voz me sonaba tan familiar. Aunque, al encontrarse a cierta distancia de mí, y debido al eco, no supe de quién se trataba.
- Perdóneme. Bien. Aquí tiene. Firme aquí, aquí y luego aquí.
Tras unos segundos de silencio, el hombre volvió a hablar para despedirse.
- Perfecto. ¿Piensa quedarse?
- Sólo por unos minutos. Espéreme en el coche.
- Entendido.
La puerta chirrió y se cerró provocando gran estruendo.
El sonido de unos tacones acercándose me hizo ponerme más nerviosa de lo que ya estaba.
- Mi adorada Lindsay se encontrará muy cómoda aquí encerrada. - comentó para, a continuación, reír maléficamente. - Y dicho esto se marchó.
Fue entonces cuando comprendí. Al escuchar la risa de la dama, advertí que se trataba de la tía Candice. Mas, ¿qué quería decir con que me encontraría muy cómoda allí? ¿Sabía acaso que me estaba presente? ¿Habría visto mi coche en las afueras del edificio? Pero me percaté de que cuando me lo entregaron ella no estaba informada. Se había ido junto con Gill de viaje a Europa y únicamente se dedicó a felicitarme mediante una corta llamada el día de mi cumpleaños.
Aún con la piel de gallina, seguí investigando. Sólo me faltaba un dato: el número de la habitación en la que se "ospedaba" Gordon.
Revisé cuarto por cuarto, incluyendo despachos para asegurarme de estar sola. Y finalmente me hallé ante la puerta en la que, con un letrero oxidado, señalaba el nombre que tanto asiaba localizar.

<< Gordon Goldway. >>

27 septiembre 2010

La leyenda de GOGÓ Cap. 4 Recopilación.

Una fotografía en blanco y negro, los informes de unos análisis médicos y un mapa era todo lo que encontré en la carpeta que había recogido de la habitacion de Ben Gray.
- ¿Pero, qué demonios...? - me pregunté.
En la imagen aparecía un niño junto a sus padres. La mujer, era menuda y vestía con un traje y unos zapatos de tacón bajo. El hombre tenía bigote y portaba unos pantalones, una camisa y una corvata a lunares.
El muchacho, en cambio, no mantenía un gran parecido con dichos sujetos. Al contrario de dichos personajes, sus ojos eran oscuros y su rostro, pálido. Su cabello rubio estaba perfectamente peinado. Mostraba estar enojado debido a sus hombros tensos, sus brazos cruzados y su ceño fruncido.
En el reverso de la fotografía, había escrita una frase:
<< Fred y Amanda Goldway, junto a su hijo adoptivo, Gordon Gray. >>
¡Gordon era su hijo adoptivo! Y cómo buen remate, su apellido era Gray.
Pero, ¿qué relación guardaba con mi familia? Fácil.
Esperé paciente hasta que llegó la hora del desayuno, en el cual me presente, fingiendo estar aún soñolienta. Bostecé falsamente varias veces mientras me bebía un café para a continuación visitar la biblioteca de la mansión. Allí se encontraban los libros que relataban la historia de nuestra descendencia, y del fructuoso destino que le tocó vivir a mi adorado tío, Ben Gray.
Hallé doce ejemplares que hablaban sobre la vida de los Gray. Desde mi tatarabuelo Leopold Gray nacido en el 1901, hasta Gill Gray, mi querida prima.
La colección estaba colocada en una estantería de crital, junto a un enorme puzzle en cuyo mapa se localizaban las fantásticas hazañas de mis parientes. El lugar en el que se situaban nuestras mansiones, los píses con los que Ben había negociado en su travesía hacia la fama, etc.
Andaba escasa de energías y pasaba las páginas con tan sólo leer los primeros renglones cuando de pronto hubo algo que no encajó.
En el parrafo que anteriormente había leído, hablaba sobre lo duro que había sido para Ben y Candice Gray mantener a sus dos hijos. La oración finalizaba con un punto y aparte y seguía, contando que se ocuparon de su único hijo lo mejor posible, dándole las ensñanzas báscias escolares en casa, impartidas por una prfoesora inexperta llamada Margaret Felton, que cobraba poco por sus clases a domicilio.
Me llevé el libro a mi recámara para poder estudiarlo a fondo ya que allí debía de haber información inédita.
Desgraciadamente no encontré ninguna otra diferencia fuera de lugar. El ejemplar seguía hablando del tío Ben hasta la última de sus páginas.
Si juntaba todas las características que había logrado recopilar hasta el momento podría subir de nivel y seguir avanzando.
- Muy bien. - Me dije a mí misma. - La primera pista que el tío Ben me dió, fue la carta de Gordon.
La busqué en el cajón de mi mesilla de noche y la saqué. También cogí papel y lápiz y comencé a anotar.
<< Primera pista: >>
- La firma de Gordon - y escribí entre paréntesis las iniciales G.G. - significan Gordon Gray. - Y subrayé Gray para que resaltara.
<< Segunda pista: Amanda y Fred Goldway adoptan a Gordon Gray.
Tercera pista: Margaret Felton le imparte clases de educación primaria a Ewan Gray.
Cuarta pista: Fecha de la carta: 14/11/1986.
Quinta pista: Fecha de la fotogrfía: 23/03/1986.
Sexta pista: Gordon es internado en el manicomio.
Séptima pista: Gordon escapa del manicomio de manera inexplicable. >>

Y finalemente, un último detalle. En una esquina escribí las siglas C. P. H. junto a un signo de interrogación ya que aquellas eran las únicas características que no comprendía. ¿Qué querrían decir?




La leyenda de GOGÓ Cap. 3 Pistas.

En Las Vegas, la diversión jamás finalizaba. En un casino, una joven tan adinerada como lo era yo tras recibir la increíble suma de dinero, herencia de mi tío Ben Gray, podía pasarse la vida entera, viviendo de la manera más lujosa e intensa que se pudiera imaginar. Los dados giraban en mi cabeza y había luces por todas partes. Lo más extraño de todo aquello, fue que Ewan apareció, vestido de manera descuidada, despeinado y manteniendo bien sujeta una copa medio vacía.
- Con tantos dólares, podrías hacer cualquier cosa. Podrías viajar, construir, crear o incluso descubrir la Atlántida. - Rió y siguió caminando hacia la pista de baile donde le esperaban un grupo de mujeres.

Entonces desperté. Eran las cuatro de la madrugada. Aquello era poco habitual en mí, ya que normalmente solía descansar hasta bien entrada la mañana. Pero en ese momento no tenía sueño. Había algo en mi cabeza que no me dejaba dormir tan plácidamente desde que el juez habló conmigo. Cuando salí del despacho del tío Ben, fui directamente hacia su dormitorio, pero no conseguí entrar. Jhon, el gardaespaldas de Gill custodiaba la puerta de entrada a la habitación. Además, y para colmo, cuando entré en el comedor, a la hora del almuerzo, la tía Candice intentó sonsacarme la información que el juez me había dado, pero Ewan la distrajo para hablarle de las fundaciones benéficas que ésta había heredado.
Pensé que aquel era el momento. La tía Candice se había trasladado al piso superior desde que el tío Ben había empeorado su estado de salud ya que quería dejar que su esposo estuviera cómodo y tuviera la libertad necesaria. Gill y Ewan tenían sus propios dormitorios al fondo del pasillo, justamente al lado opuesto del mío. Mientras que la habitación del tío Ben se encontraba justamente a la mitad. Tenía que trazar un plan. Jhon debía apartarse por unos minutos de la puerta y no enterarse de que yo había entrado en la recámara. Pero qué hacer para que se distrajera.
Aún no lo sabía. Pero debía encontrar la manera de llevar a cabo mi objetivo.
De pronto algó hizo que me diera cuenta de cómo lograrlo.
Salí de mi cuarto, sin hacer ruido. El pasillo, tenía forma semicircular por tanto Jhon no me vería. Entonces cerré la puerta muy silenciosamente y entré en en la antigua habitación de la abuela Roselyn, que se encontraba junto a la mía.
La abuela Roselyn tenía una pequeña azotea en la que había plantado su jardín privado. Pero tras morir, nadie se encargó de sus flores y aquello se convirtió en un cementerio de plantas. El caso, era que mediante la azotea se podía llegar al dormitorio del tío Ben, cuyo balcón siempre se encontraba abierto.
Subí las escaleras de caracol hasta llegar a la trampilla, que, para mi mala suerte, se encontraba trancada con un candado.
- ¿Dónde estará la llave? - me pregunté frustrada.
Me senté en el sillón que había frente a la chimenea, cubierto con una sabana blanca llena de polvo que enseguida se adherió a mi pijama.
Entonces lo recordé.
"- ¡Lindsay, ven aquí de inmediato! - Me llamó la abuela Roselyn.
- ¿Qué ocurre abuela? - pregunté asustada. ¿En qué lío me había metido ahora?
- Mira. Papá Noel se ha comido todas las galletas.
Le dediqué una sonrisa de oreja a oreja a sabiendas de que el tío Ben las había repartido entre mis primos y yo durante la noche.
- Acompañame cariño, te voy a mostrar algo.
La seguí hasta su dormitorio donde me pidió que hiciera silencio. Subió por las escaleras y me señaló el candado, entonces me mostró la pequeña y mimetizada apertura que había en el en lateral del candado, donde se encontraba la llave hacia su edén." Aquel recuerdo de hacía tantísimos años me facilitó el trabajo.
- ¡Por fin! - chillé en un tono demasiado elevado. Me levanté de un salto y me dirigí hacia la trampilla. Justamente en el lateral del candado seguía la pequeña apertura en la que se escondía la llave que me llevaría hacia la siguiente pista.
Abrí el candado y avancé hasta llegar a la inmensa azotea, ocultada bajo una cúpula de cristal sucia y oxidada.
Pero, para llegar al balcón del dormitorio, debía atravesar los cristales. Y cómo hacerlo sin alarmar a los guardias.
- Es imposible. - me dije mientras observaba desde lo alto como el personal de seguridad se paseaba por el jardín inferior. Ellos me verían e informarían enseguida a la tía Candice, que me comenzaría a hacer preguntas. Y esta vez nadie la detendría.
Una brisa fresca removió mi pelo. Me giré y ví mi salvación.
Parecía ser que la abuela Roselyn y el tío Ben se habían compinchado en aquel misterio que tanto me estaba costando resolver.
Precisamente a mi derecha, había una pequeña fisura que se podría romper sin alborotar el silencio y la tranquilidad que se respiraban durante el amanecer. Formé un agujero por el que pudiera caber y salí al exterior, cayendo de pie en el balcón.
Como había previsto, la puerta estaba abierta, por tanto entré, y sin encender la luz, abrí el penúltimo cajón de su cómoda en el cual había una carpeta. La agarré firmemente y volví al balcón. Necesité la ayuda de un sillón para conseguir regresar a la azotea. Seguidamente volví a mi habitación.
La investigación debía continuar.

26 septiembre 2010

La leyenda de GOGÓ Cap. 2 La carta.

Vestida de luto y con los ojos empañados en lágrimas contemplaba como depositaban el ataúd en el fondo del agujero.
- Es tu turno Lin. - Me avisó la tía Candice en voz baja, intentando aguantar el llanto.
- Sí. - Contesté tristemente.
Leería el discurso que había preparado para el funeral. Sacaría la fuerza necesaria para lograr pronunciar cada palabra sin sonoros sollozos entre sílaba y sílaba.
- "Hoy, todos nosotros, hemos sufrido la pérdida de un ser muy querido. Ben Gray fue y será siempre el hombre que nos alegró nuestros peores días. Esa persona que nos hacía sonreír cuando en realidad deseabamos gritar de ira. Ben es quien nos dio su apoyo cuando lo necesitamos, quien vio crecer a la mayoría de los hoy presentes. Quien nos cantaba nanas cada noche y nos daba dinero para que nos compraramos golosinas. Es ese hombre que ahora estará con nosotros en alma.Ese hombre que nos querrá siempre, tomemos las desiciones que tomemos, hagamos lo que hagamos. Y sobre todo, es ese anciano que aun postrado en una cama, deseaba hacernos felices, a todos y cada uno de nosotros, costase lo que costase. Pero estos últimos días sólo has conseguido hacernos llorar, tío Ben. Aunque no tengo nada que reprocharte, después de todo lo maravilloso que nos has dedicado a lo largo de tu vida. Querido tío Ben, nunca te olvidaremos."
Dejé caer la rosa blanca que había aguantado entre mis manos con tanto cuidado y me alejé lentamente.

Entré en mi habitación y me tiré sobre la cama. Era horrible. Parecía una pesadilla en la que el tío Ben nunca volvería a aparecer. Como si se hubiera convertido en un simple recuerdo que nadie conseguiría olvidar jamás. Un recuerdo que nos marcaría durante muchísimo tiempo.
Entonces, me levanté y vi el sobre abierto que el anciano me había entregado días antes. Lo debía leer, ya que aquella era la última voluntad que me había determinado.
Estudié el exterior y encontré escrito con una letra un tanto incomprensible las siglas "C.P.H.". Decidí descifrar su significado en otro momento y limitarme a conocer el texto que había escrito en el papel de su interior.
Saqué la delicada aunque perfectamente doblada hoja y leí su contenido. Justamente con la anterior caligrafía, había anotado:
<< No me cantaron jamás una nana,
y nunca reconcilié el sueño.
No pude dormir siquiera una noche,
y ahora he encontrado el sitio
en el cual refugiarme.
Firmado. G.G.>>
Abrí los ojos tanto como mis párpados me lo permitieron. El tío Ben se debía de haber intentado divertir a mi costa. Aunque, él no solía gastar ese tipo de bromas.
Por la otra cara de la carta, encontré la fecha:
<< Martes, 14 de noviembre de 1986 >>
Era imposible. Por la manera de contarlo, todos los que habías oído el relato de Gogó, críamos que transcurría allá en el año 1900. Otros pocos pensábamos que era tan solo una simple leyenda para asustar a los niños y aquel docuemento hacía que aquello que jamás creímos posible fuera verdad.
Tal vez el tío Ben deseaba que yo investigara el caso. Pero ¿por qué yo?
Comencé, de nuevo, a llorar. Estaba estresada y no sabía qué hacer para tranquilizarme. Necesitaba olvidarme de todo y de todos por unos días. Días que me pasé encerrada en mi cuarto, saliendo únicamente para comer y pasear por el inmenso jardín, llevando siempre conmigo la, posiblemente, verdadera carte de Gordon Goldway.
Finalmente, una tarde, Gill tocó a mi puerta para avisarme de que el juez repartiría la herencia y nos debíamos encotrar presentes todos aquellos nombrados en el testamente del fallecido.
Me bañé, me vestí y acudí al antiguo despacho del tío Ben, donde todos me esperaban.
- Y ahora que todos estamos aquí reunidos, leeré la última voluntad del difunto señor Ben Gray. Según dice aquí:
<< Dejo las acciones de la empresa automovilística Gray a mi hija Gill Gray. Los vehículos, yates y casa de Grenwich a mi hijo Ewan Gray. Las fundaciones benéficas a mi esposa, Candice Gray. Y toda mi fortuna bancaria, valorada en dos mil quinientos cuarenta y tres millones de dólares ami sobrina, Lindsay Gray.>>
Tal y como todos sabíamos, habíamos recibido la parte que el tío Ben nos había dicho, recibiríamos.
Cuando todos nos ibamos a levantar e irnos, el juez me pidió que me quedara y todos volvieron a su asiento, cuando éste les solicitó amablemente a que salieran, para que hablara en privado únicamente conmigo.
Gill, Ewan y la tía Candice, asintieron y salieron un tanto molestos intentando disimular dicho inconveniente.
- Tan sólo quería decirle, señorita Gray, que su tío, me indicó claramente que le dijera, que buscara en el penúltimo cajón de su cómoda. Que tenga un buen día.
Y dicho esto salió disparado hacia la puerta de salida.

La leyenda de GOGÓ Cap. 1 Ben Gray.

En mi familia, únicamente unos pocos tendríamos derecho a la herencia del tío Ben.
Ben Gray, el famosos empresario, multimillonario y dueño de múltiples mansiones repartidas por todo el país, estaba con un pie en la tumba. Mi pobre tío cumplía ya setenta y cuatro años y eramos escasos los que nos sentábamos junto a su cama, cuidándole y dándole todo nuestro apoyo. Gill, su hija mayor, sería la heredera de la empresa de coches Gray, la empresa que nos había mantenido desde nuestra infancia. Ewan, su hijo, se quedaría con la casa de verano, los yates y los coches. Candice, su esposa, se haría cargo de las fundaciones benéficas. Y finalmente, yo, Lindsay Gray, su única sobrina, tendría en mi cuenta los dos mil millones de dólares que él había ido ahorrando durante su vida.

- Lindsay.
- Sí, tío Ben.
- ¿Qué pensabas cuando de pequeña, te decían que había monstruos debajo de tu cama?
Reí. Me acomodé en el sillón, y le respondí.
- La primera vez que alguien me contó la historia de Gogó, yo únicamente tenía cinco años. Recuerdo que la noche de Navidad, no conseguía dormir. Tenía todas las luces de mi habitación encendidas y tocaba el piano. De repente tocaste a mi puerta y entraste con un enorme plato de galletas que la abuela Roselyn había preparado para Papá Noel y un vaso de leche. Me dijiste que me echara en la cama. Me acomodaste las almohadas y me tapaste con la manta. A continuación dejaste el plato sobre mi regazo y te sentaste cruzando las piernas frente a mí. Me preguntaste exactamente lo mismo: "¿Qué piensas sobre los monstruos que hay debajo de la cama, Lin?"
Yo te contesté que no sabía que existieran seres que habitaran debajo de la cama y me contaste la historia de Gogó, el niño que no podía soñar.
- Me podrías recordar la historia, querida. - me dijo repirando con cierta dificultad.
- Bueno, tío Ben, lo intentaré si ese es tu deseo.
- Gracias, Lindsay. Ahora, prosigue.
- "Dicen, que una fría noche de invierno, Gordon Goldway se pasó la noche en vela, garabateando seres inexistentes debido al ruido provocado por los trenes que pasaban junto a su casa. Garabateó muchas bestias en muchos folios que luego escondió bajo su cama. La noche siguiente, los trenes le siguieron sin dejar dormir y cuando el muchacho deseo seguir dibujando, tras recoger los papeles que había ocultado, contempló fascinado que éstos estaban en blanco, sin siquiera un único rayón. Pero entonces quiso creer que tal vez su madre se había llevado los ya usados y los había tirado a la basura. Aquella noche creó más monstruos aún y ésta vez los apostó entre las sábanas. Y así ocurrió noche tras noche. Los folios que dejaba pintados se renovaban por arte de magia los escondiera donde los escondiera: en el cajón de su mesilla de noche, bajo el armario... para después volver a ser utilizados la noche siguiente.
Cuando finalemente decidió contarles lo ocurrido a sus padres, éstos lo tacharon de demente y lo internaron en un hospital psiquiátrico de mala fama, lejos de la ciudad, olvidado de la mano de Dios.
A los pocos meses, Gordon escapó del manicomio. Cuando los enfermeros se dieron cuenta de lo sucedido, informaron al director del centro que avisó de inmediato a Amanda y Fred Goldway.
Los padres de Gordon lo buscaron por todas partes y cuando por fin lo encontraron, ocultado bajo su cama, éste les rogó entre lágrimas que no lo volvieran a abandonar allí. Pero Amanda y Fred no le hicieron caso. Y pensaron que por su bien, Gordon debía seguir viviendo en el hospital.
Un buen día, la enfermera que lo atendía, mientras le traía el desayuno, cuando observó asustada que la habitación del joven estaba totalmente envuelta en dibujos y garabatos de bestias con ojos amarillos, como el oro, garras afiladas y colmillos impregnados en sangre. Sobre su escritorio, encontraron una nota que decía.
<< No me cantaron jamás una nana,
y nunca reconcilié el sueño.
No pude dormir siquiera una noche,
y ahora he encontrado el sitio
en el cual refugiarme. >>
Revisaron todo el centro sin resultado alguno. Interrogaron al personal de seguridad y a los médicos que explicaron que Gordon Goldway no había salido de su celda en ningún momento. Mientras que los pacientes, relataban firmemente su huida al inframundo, al país de los monstruos que moran bajo las camas y afirmaban escuchar rugidos bajo éstas. Inclusive, algunos decían haber divisado unos jos dorados, como la miel, vigilarlos durante la noche. Por tanto, nunca se supo a dónde había ido el muchacho. FIN."
- Así es Lindsay. Gordon Goldway, o Gogó, cómo muchos lo llamamos tras conocer su leyenda, es el niño que se hizo amigo de los únicos personajes que la mayoría tememos.
- Tío Ben, es únicamente una leyenda.
- Querida Lin, ahora, contesta a mi pregunta. ¿Qué pensabas de pequeña cuando te decían que bajo tu cama habitaba Gogó?
- Como te dije, aquella noche de Navidad, cuando tu me contaste este relato, me comí, las galletas, me tomé el vaso de leche, cerré fuertemente los ojos y me dormí esperando a que llegara el día siguiente para poder abrir los regalos.
El anciano rió y me volvió a hablar.
- Mi adorada Lin, a veces, las leyendas son algo más que puras palabras que se desvanecen en el pasado.
- Bueno tío Ben si puedo ayudarte en algo más, dímelo.
- Sobrina, acércate a esa cómoda y abre el último cajón.
- Está bien, tío. - respondí un tanto intrigada.
En el interior del cajón había un sobre. Un sobre abierto. Lo cogí y se enseñé a Ben. Éste asintió y se lo entregué.
- No, Lin. No es para mí. Es para tí.
- Pero... Ya está abierto.
- Lo sé, y dicen que la curiosidad mató al gato. Así que ahora guárdala. Mañana seguiremos hablando, ahora debo descansar.
Le dí un beso en la frente y le desée buenas noches.
- Y recuerda, Lindsay. - Me dijo. - Debes leer la carta antes de irte a dormir.
- Claro tío Ben. Hasta mañana. Que descanses.

Me encerré en mi recámara y dejé el mensaje sobre una silla. Me fui a duchar tras el agotador día que habíamos tenido y seguidamente, me puse el pijama y me dejé dormir.

Al día siguiente, muy temprano, Gill entró en mi cuarto llorando, para contarme, que durante la noche, Ben Gray, había fallecido.

La leyenda de GOGÓ.

La primera historia que se publicará en el blog se llamará "Le leyenda de GOGÓ".