- ¡Ewan!
- ¡Lin! ¡Eres tú! Lin. Gracias a Dios. ¿Cómo has llegado hasta aquí? - me preguntó.
- ¡Ewan, no sabes todo lo que te tengo que contar!
Salí, y nos sentamos en el diván de cuero que había allí colocado.
- Ewan, necesito que contestes a unas preguntas. Es urgente.
- Claro. Pero me tienes que explicar que hacemos en este lugar.
- No estoy muy segura, pero creo que la tía Candice nos ha encerrado, por algún motivo que desconozco.
- Mi madre. ¿Mi madre nos ha encarcelado en este "manicomio"?
- Ewan,¿ estás seguro de que Candice es tu madre?
- Sí, supongo que es mi madre. La conozco desde el comienzo de mis recuerdos. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
- Primo, creo que ella nos ha ocultado en este centro porque tenemos alguna relación con Gordon.
- ¿Gordon? ¿Quién es Gordon? - me cuestionó confundido.
- Gordon Goldway.
- ¿De dónde sacas eso, Lin? ¿Te has vuelto loca? No es más que una sencilla leyenda que mi padre nos contaba para darnos miedo.
- Yo pensé lo mismo al principio, Ewan. Te juro que no me esperaba estar envuelta en este lío. Pero me debes escuchar.
- Pues empieza. Tenemos tiempo de sobra... - aseguró deprimido.
- Bueno, el caso es que la última tarde de su vida, Ben me entregó una carta. La carta que Gordon había escrito antes de huir de este manicomio.
- ¿Cómo? Es que no te entiendo del todo.
- Veámos. La leyenda cuenta que el niño escribió unas frases antes de marcharse misteriosamente.
- << No me cantaron jamás una nana y nunca reconcilié el sueño, etcétera, etcétera...>> Sí. Lo recuerdo.
- Bien. Pues lo que el tío Ben no nos había desvelado, fue que aquella nota fue firmada por el muchacho y existe en la actual realidad. Como te decía, estuve investigando durante unos días y averigué algunos datos de gran importancia.
- No me puedo creer que esto esté pasando. Lin, necesitas verdaderamente estar aquí encerrada. Te has vuelto loca de remate.
- No, Ewan. Sígueme y lo descubrirás.
Conduje a mi primo hasta la planta superior, en la que le mostré la carta de Gordon.
- Ahora que lo has podido comprobar con tus propios ojos, ayúdame.
- ¿De qué manera?
- Debemos buscar algún instrumento afilado para cortar estas camisas de fuerza.
- Creo haber visto unos tenedores por aquí, pero no recuerdo muy bien dónde.
- Además, también tenemos que abrir el sobre de la tía Candice. En mi opinión, fue ella la que nos metió aquí.
- ¿Sabes el porqué?
- No, pero me hago una idea.
Volvimos a bajar y registramos las salas inferiores, incluyendo despachos y dormitorios. Finalmente, y tras tanto ajetreo, decidimos sentarnos en recepción.
- ¡Qué bien!
- ¿Qué ocurre? - pregunté sobresaltada.
- ¡Cómo no se me había ocurrido antes!. Los tenedores, estaban aquí. Y si no me equivoco, en ese pequeño armario que tienes a tu izquierda.
Le miré extrañada y a continuación me giré. Abrí la puerta dandole un suave patada y encontré una bolsa de basura. Miré en su interior y encontré cuchillos, tenedores y cucharas.
- Rápido, coge un cuchillo e intenta romper la tela.
- Lin, yo tengo tantas posiblidades de cogerlo como tú. Los dos llevamos camisa de fuerza. - Comentó sarcásticamente.
- Perfecto. - le dije y me agaché para agarrar con los dientes uno. - Aquí tienes. - le contesté.
Él lo mordió y se lo llevó. Tras varios minutos, consiguió introducir el cuchillo a traves de la tela. Tras liberarnos mutuamente, corrimos hacia la habitación de Gordon para leer la carta de la tía Candice. Decía lo siguiente:
<< Querida sobrina, sé que llevas algunos días intentado sacar a la luz la historia de Gordon. Pero esto no me traería nada bueno, así que, si llegas a leer esto, que sepas que morirás allí encerrada, y nunca conseguirás salir. Que tengas un buen día. Tú tía Candice que te adora.
P.D.: Te he dejado compañía, para que no te sientas sola. >>
- Ewan, únicamente tengo una cosa clara.
- ¿El qué?
- Saldremos de aquí salvos y sanos. Cueste lo que cueste.